Elecciones 2008 - 9 de Marzo

elecciones 2008

Carta al Sr. Presidente

Rte:

JUAN MANUEL DE PRADA

Una grave responsabilidad

Querido presidente:

Hay un asunto al que usted apenas se ha referido durante la campaña electoral, un asunto que compromete muy seriamente la dignidad de las sociedades avanzadas. Me atrevería a decir que una sociedad que renuncia a discutir con hondura este asunto es una sociedad muerta, o siquiera agónica; porque una sociedad que ha extraviado hasta tal extremo el concepto de dignidad ha dejado de ser una sociedad humana. Me estoy refiriendo, naturalmente, al aborto. El progreso de las sociedades se funda sobre la vindicación de los débiles, sobre el reconocimiento y protección de sus derechos; todos los grandes avances de los que hoy nos sentimos orgullosos se asientan sobre esta vindicación: la abolición de la esclavitud, la defensa del obrero, el reconocimiento del sufragio femenino son hitos de un itinerario que nunca será completo hasta que no aceptemos que la protección de la vida gestante nos compromete.

No existe progreso posible para las sociedades sin una defensa obstinada de la vida. La protección de la vida constituye algo más que un derecho esencial del hombre: es el manantial del que el Derecho mismo nace. Una sociedad que no respeta la vida es una sociedad sin Derecho. La protección de la vida nos impone la execración de la pena de muerte, nos impone deberes perentorios hacia los más desfavorecidos, nos impone buscar la paz y la concordia entre los pueblos; no existe ningún otro bien jurídico o social al que la vida pueda supeditarse. Un verdadero defensor del progreso humano no puede permanecer impertérrito ante el exterminio de vidas inermes. ¿Cómo se puede sentir un impulso de piedad hacia quienes sufren hambre o persecución o cualquier tipo de abuso si no nos apiadamos antes de esas vidas a las que arrebatamos su destino? El gran Pier Paolo Pasolini lo dejó escrito: «Soy contrario a la legalización del aborto porque la considero una legalización del homicidio. Que la vida humana sea sagrada es obvio: es un principio más fuerte que cualquier principio de la democracia».

No se me oculta, querido presidente, que detrás de cada aborto hay una mujer golpeada por circunstancias trágicas; no se me oculta que las mujeres no abortan por capricho. Y es aquí, precisamente, donde un gobernante debe actuar decisivamente, brindando su apoyo anímico y material a esas mujeres. En la supervivencia de cada una de esas vidas gestantes se cifra nuestra supervivencia social. Cada vez que una de esas vidas es arrojada al vertedero, cada vez que una de esas vidas no alcanza a cumplirse, la sociedad entera muere un poco más. Por eso es preciso que desde las instituciones públicas se atienda a esas mujeres en su tribulación, es preciso que desde las instituciones públicas se les preste asistencia y ayudas concretas, para que la vida que gestan en sus vientres no se convierta en una carga. Nadie mejor que usted puede impulsar este gran compromiso social: el compromiso de que ninguna mujer española arrostrará penurias vitales o profesionales por decidirse a ser madre; y que, en caso de que tales penurias subsistiesen, la sociedad se brinda a repararlas activamente, si es necesario incluso asumiendo las obligaciones maternales que esa mujer no puede asumir. Es un compromiso arduo, bien lo sé; pero, si aspiramos a seguir siendo humanos, no podemos soslayarlo. Esas vidas inermes tienen que alcanzar su destino; es nuestro deber que ese destino no sea cercenado.

Sé que arrojo sobre sus hombros una grave responsabilidad; pero los grandes hombres se miden ante las graves responsabilidades. Reciba mi aliento y mi innumerable gratitud.

Juan Manuel de Prada
Escritor